Sirva este poema como pequeño homenaje y reconocimiento a Simón Calvo, nuestro ángel guardián del Huerto.
Su pérdida nos llena de tristeza, pues desde que nuestro huerto comenzó su andadura, Simón ha representado un apoyo importantísimo en nuestra tarea. Sus consejos y su amplia experiencia nos ayudaron a iniciar un proyecto ilusionante, pero del que nos faltaban conocimientos y práctica. Desde el principio nos brindó su tiempo y su trabajo, de la forma más desinteresada y altruista, guiado por su afán de ser útil y servir a los demás.
Es mucho lo que Simón nos ha enseñado, y no sólo tareas del huerto. Nos ha enseñado el valor de la siembra, el de la paciencia y el del trabajo bien hecho, el valor de la gratuidad y de la entrega sin esperar nada a cambio. De él hemos aprendido que no hay límites de edad cuando una persona es joven por dentro, y que la juventud no tiene que ver con los años, sino con los ideales a los que se dedica la vida.
Durante las vacaciones de Navidad y Semana Santa, venía al instituto y regaba el huerto. Cuando volvíamos, lo encontrábamos con nuevas plantas que él había sembrado. Ni su avanzada edad, ni su enfermedad fueron nunca motivo de abandono. Se mantuvo con ilusión hasta el último momento, experimentando la alegría de ver crecer lo sembrado.
Nos deja su testimonio de servicio gratuito a los demás, su amor a la tierra y a las plantas, su bondad y su afabilidad.
No sé si en el Cielo habrá huertos, semillas y azadones. Si los hay, no dudo que ya Simón habrá empuñado la azada, para dejar el Paraíso aún más bello. Pero más bien me inclino a creer que el tiempo de la siembra es éste, y que Simón estará recogiendo ahora los frutos de todo lo que sembró a lo largo de su vida.
Descansa en paz, querido amigo Simón.
Aurora López Quintela
Profesora de Biología.
Responsable del Huerto Escolar Trassierra